Las siete hermanas by Lucinda Riley

Las siete hermanas by Lucinda Riley

autor:Lucinda Riley [Riley, Lucinda]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2014-11-06T05:00:00+00:00


28

Cuando me levanté a la mañana siguiente, saqué las cartas de Yara de la caja fuerte y releí las que Bel había mandado a Loen desde París. Pero entonces, en lugar de buscar desesperadamente cualquier pista sobre mi pasado, las leí como lo había hecho Floriano, con la perspectiva de un historiador, y entendí por qué le habían parecido tan interesantes. Las dejé a un lado, me tumbé sobre los cojines y pensé en él, en su preciosa hija y en la madre, que, como mucho, tendría veinticinco años.

Por alguna razón, me sorprendía que Floriano hubiera escogido a una mujer tan joven como pareja. Y, siendo sincera, me había puesto un poco celosa al ver aparecer a la madre y a la hija en el apartamento el día anterior. A veces tenía la sensación de que todo el mundo estaba enamorado menos yo.

Me duché, me vestí y bajé a la recepción del hotel, donde había quedado con Floriano. Por primera vez, aún no había llegado, así que me senté a esperarlo. Se presentó un cuarto de hora después con cara de agobio, algo extraño en él.

—Mil disculpas, Maia. La reunión en el colegio ha durado más de lo que pensaba.

—No te preocupes —lo tranquilicé mientras nos subíamos al Fiat—. ¿Ha ido bien?

—Si ir «bien» es que te digan que tu hija tiene un problema… —Suspiró—. Al menos, han diagnosticado la dislexia en una fase temprana, así que espero que le proporcionen a Valentina toda la ayuda que necesita. Para un escritor no deja de ser irónico que su hija vaya a tener que pelearse con las palabras durante toda la vida.

—Entiendo que debe de ser duro. Lo siento.

Guardé silencio, sin saber muy bien qué más decir.

—Es una cría muy buena, y su vida no ha sido fácil.

—Bueno, por lo que vi anoche, al menos tiene un padre y una madre que la quieren.

—Un padre, querrás decir —me corrigió—. Por desgracia, mi mujer murió cuando Valentina era un bebé. Ingresó en el hospital para una operación rutinaria, volvió a los dos días y se le infectó la herida. Buscamos ayuda médica de nuevo y nos dijeron que se curaría con el tiempo. Murió dos semanas más tarde de septicemia. Ahora entenderás por qué le tengo tan poca estima a la sanidad brasileña.

—Vaya, no sabes lo mucho que lo siento, Floriano. Ayer pensé que…

—¿Que Petra era su madre? —Esbozó una sonrisa de oreja a oreja y su rostro se relajó un poco—. Maia, si ni siquiera ha cumplido los veinte. Pero me halaga que pienses que un vejestorio como yo podría resultarle atractivo a una joven tan guapa.

—Ah —dije, y me puse colorada—, lo siento.

—Petra es universitaria. Le cedo una habitación en mi casa a cambio de que me ayude con Valentina, sobre todo durante las vacaciones escolares. Por suerte, los abuelos de mi hija viven cerca y pasa algunas temporadas con ellos, en especial cuando estoy escribiendo. Cuando mi mujer murió, se ofrecieron a acogerla de forma permanente, pero les dije que no.



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